Las calles empedradas aún frías bajo mis pies, el aroma a incienso flotando en el aire fresco de la mañana... El sonido de las campanas resonando en la plaza me recuerda que hoy es Domingo. No un domingo cualquiera, sino el segundo domingo de Cuaresma, un peldaño más en este viaje hacia la Pascua. El Evangelio de hoy nos transporta a un monte alto, donde somos testigos de la Transfiguración de Jesús. Es un relato que siempre me ha conmovido profundamente, un faro de esperanza en medio de la austeridad cuaresmal.
La Cuaresma, un tiempo de reflexión y preparación para la Pascua, nos invita a una introspección profunda. Cada domingo de este tiempo litúrgico nos ofrece una oportunidad para acercarnos a la cruz y la resurrección de Jesús. Este segundo domingo, nos encontramos con Jesús transfigurado en gloria ante sus discípulos Pedro, Santiago y Juan. Un evento que no solo fortalece la fe de los apóstoles, sino que también nos invita a nosotros, dos mil años después, a mirar más allá de lo superficial y vislumbrar la divinidad de Cristo.
La Transfiguración no es un evento aislado, sino que se enmarca dentro del camino hacia Jerusalén, un camino que Jesús sabía lo conduciría a la cruz. Es en este contexto que la Transfiguración cobra un significado aún más profundo: es un anticipo de la gloria de la Resurrección, una luz que brilla en medio de la oscuridad que se avecina. Y es esta misma luz la que ilumina nuestro propio camino cuaresmal, recordándonos que la cruz no es el final, sino el preludio de la victoria definitiva sobre la muerte.
Este Domingo II de Cuaresma Ciclo B, la Iglesia nos invita a reflexionar sobre la Transfiguración y su significado para nuestras vidas. La experiencia de los apóstoles en el monte nos interpela: ¿Somos capaces de ver la gloria de Dios en medio de las dificultades cotidianas? ¿Podemos mantener la fe en medio de las pruebas y tribulaciones? La respuesta, como siempre, se encuentra en la mirada fija en Jesús, en seguir sus pasos con la certeza de que Él nos conduce a la plenitud de la vida.
El camino cuaresmal no es fácil, pero el relato de la Transfiguración nos recuerda que no estamos solos. Jesús, transfigurado en gloria, nos acompaña en cada paso del camino, guiándonos hacia la luz de la Pascua. Este domingo, dejémonos iluminar por la gloria de Cristo y renovemos nuestro compromiso de seguirlo con fe renovada.
A continuación, algunas preguntas que podemos plantearnos en este Domingo II de Cuaresma Ciclo B:
- ¿Cómo puedo profundizar en mi relación con Dios durante esta Cuaresma?
- ¿De qué manera puedo ser más consciente de la presencia de Dios en mi vida cotidiana?
- ¿Qué "montañas" necesito escalar para encontrarme con Jesús transfigurado?
- ¿Cómo puedo ser un reflejo de la luz de Cristo en el mundo?
Que este Domingo II de Cuaresma Ciclo B nos encuentre con un corazón dispuesto a la conversión, a la escucha atenta de la Palabra y a la transformación que Dios quiere obrar en nosotros. Que la experiencia de la Transfiguración nos fortalezca en la fe y nos impulse a vivir como hijos de la luz.
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